Tarde o temprano nos tenemos que enfrentar a la toma de alguna decisión, que para no poca gente es un proceso penoso, debido al temor de decidir de una manera equivocada y fallar.
La peor decisión que se puede tomar, es no tomar una, ya que esto nos inhabilita, nos frena y no nos permite continuar, en un mundo tan competido y en constante cambio, lo peor que podemos hacer es paralizarnos y resistirnos al cambio.
En algunas ocasiones no es fácil tomar la mejor decisión, por lo que presento algunos tips; existen dos factores que tomar en cuenta al momento de decidir el evento al que afectará la decisión y las probabilidades de éxito o fallo.
Lo primero que debemos tener en mente es que es lo afectará nuestra decisión (evento) y las posibilidades de que se produzca el resultado deseado (probabilidad)
Se tienen básicamente tres tipos de decisión:
De riesgo; cuando el evento es conocido con posibilidades de éxito conocidas.
De incertidumbre; para un evento conocido pero con posibilidades de éxito desconocido.
De ignorancia; para un evento desconocido y con posibilidades desconocidas.
Rápidamente observamos que en los tres tipos de decisiones no existe seguridad de éxito, siempre que intervenga una probabilidad, estaremos en manos del azar (una devaluación, mítines, fenómenos meteorológicos, etc.), lo importante es reducir la probabilidad al mínimo.
La decisión de riesgo es la mas confiable, porque presupone que están analizadas las probabilidades con mayor frecuencia de incidencia ya sea de éxito o de fracaso, esto es lo que llamamos riesgo calculado.
Cuando se toma una decisión de incertidumbre, se debe normalmente cuando estamos lanzando productos o servicios nuevos, o vamos a mercados nuevos, el caso es que ya sea un producto o un mercado, no existe referencia del comportamiento del consumidor acerca de dicho (teniendo en mente que una propuesta al interior de la compañía también se puede considerar tanto como producto como mercado), normalmente en este tipo de decisiones el riesgo es proporcional a la recompensa.
Las decisiones de ignorancia deben de estar ausentes de nuestro proceso administrativo, debido a que estamos jugando a la ruleta rusa con nuestra gestión y si llegaran a salir bien se deberán siempre al azar.
Como se puede observar siempre habrá un margen de error en la toma de casi cualquier decisión, pero en la medida que tengamos información y la sepamos procesar y aprovechar, el margen de error se disminuye.
Cuando las posibilidades de éxito son bajas, una decisión sana puede ser no continuar con el proyecto hasta reunir la información mínima necesaria para continuar en el perfil de la decisión de riesgo, pero no confundamos este acto con detenernos por pasividad, resistencia al cambio o definitivamente temor, no es lo mismo decidir que no, que no decidir.
Así una vez que se han revisado los eventos y las posibilidades de éxito, ¡decídete a decidir!
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