La Crisis de los Misiles

Viernes, 11 de octubre de 2002 - 14:54 GMT

"Evitamos una guerra nuclear por poco". Robert McNamara, el responsable de la defensa de Estados Unidos opina que se evitó la guerra nuclear por un estrecho margen.

Escribe Lourdes Heredia, corresponsal de la BBC en Washington.

Es difícil pensar que en 1962, Robert McNamara pudiera imaginar donde iba estar 40 años después. Él mismo llegó a pensar que no vería la luz del día nunca más.

McNamara fue el secretario de Defensa estadounidense de 1961 hasta 1967, vivió junto al presidente Kennedy la crisis de los misiles en Cuba y aquellos 13 tormentosos días.

En estos días, el ex hombre fuerte del Pentágono se encuentra en La Habana para participar de la "Conferencia académica sobre la Crisis de Octubre", junto con el presidente Fidel Castro, ex familiares del presidente Kennedy y ex funcionarios de la URSS.

Vestido de traje y zapatos tenis, Robert McNamara me recibió en su oficina a unas cuantas cuadras de la Casa Blanca antes de viajar a la isla. Fue muy claro: a él no le gusta que lo editen y por lo tanto sólo hablaría lo que fuera a ser usado en mi transcripción, "de otra manera es una pérdida de tiempo".

McNamara también estuvo directamente involucrado con la guerra de Vietnam, pero en esta ocasión sólo quiso compartir sus memorias sobre la crisis con Cuba.

Como usted sabe, este es el 40 aniversario de la crisis de misiles cubana, durante 30 de estos 40 años, creí que fue una de las crisis en política de defensa mejor manejadas en los últimos 50 años, pero durante los últimos 10 años, he aprendido que al final evitamos una guerra nuclear por un margen -muy pequeño- de pura suerte.

Déjeme explicar. El presidente Kennedy tomó medidas de inmediato después de recibir las fotografías de un vuelo del U-2 , que mostraban que los soviéticos habían colocado misiles en Cuba.

Lo hicieron bajo engaño porque habían entrenado a dos de los embajadores en su ministerio de Exteriores para negar que había misiles allí o que pudieran ser alguna vez puestos en ese lugar. De todos modos, cuando supimos de ello, sabíamos que no podían quedarse ahí. La pregunta era ¿cómo sacarlos?

El presidente Kennedy dijo a su Comité Ejecutivo y al organismo encargado de la defensa de la nación: "No le digan a nadie excepto a 2 o 3 de sus asociados. Discutan sobre como deberíamos responder a esta acción.... yo no voy a estar presente cuando lo discutan, sólo espero que me traigan una recomendación unánime sobre qué debemos hacer. Y si no llegan a un conclusión unánime, entonces quiero una alternativa".

Nos tomó casi una semana para llegar a ese plan. Aunque lo cierto es que, si no nos hubiera dado esas instrucciones, hubiéramos entrado en guerra porque cuando el comité ejecutivo se reunió, sin el presidente Kennedy presente ese martes en la mañana, que hubiera sido octubre 16, la mayoría quería atacar inmediatamente.

Si hubiéramos hecho eso, una guerra nuclear hubiera estallado.

No lo hicimos. Finalmente presentamos una recomendación dividida al concluir la semana. Un grupo recomendó un bloqueo, el otro un ataque inmediato. Él escogió el bloqueo. Se hizo efectivo, creo que el miércoles 23 de octubre.

De todos modos, el sábado 27 de octubre fue el día crítico. Khrushchev no había respondido al bloqueo retirando sus misiles o declarando que retiraría sus misiles. Por lo tanto la pregunta era ¿qué vamos a hacer?

En ese momento, la CIA no creía que las ojivas nucleares para los misiles hubieran llegado a Cuba. Creían que los primeros 20 llegarían en 3 o 4 días. Además, los vuelos de reconocimiento demostraron que los misiles no estaban operativos todavía, eso tomaría unos 3 o 4 días más.

A las cuatro de la tarde, del sábado 27, le recomendamos de forma unánime al presidente que atacáramos en 48 horas, (o sea el lunes 29). El ataque aéreo para el primer día fue planeado, e iba a ser un ataque gigante, más grande que cualquier ataque aéreo realizado durante la guerra de Kosovo. Movilizamos 180 tropas desde puertos americanos en el sudeste, los transportamos hacia Cuba.

No fue sino 29 años más tarde, en enero de 1992, que supimos en una reunión en La Habana, que presidió Castro, que en ese momento en que estábamos recomendando atacar, ¡los soviéticos tenían ya 162 ojivas nucleares en suelo cubano!

Nosotros no sabíamos que las ojivas nucleares estaban allí, Khrushchev sí lo sabía. Por eso, cuando toma la decisión de retirarlos el domingo 28 de octubre, en lugar de usar los canales diplomáticos usuales (que hubieran tardado unas 6 horas) decidió usar la radio pública para transmitir el mensaje.

Por el canal diplomático tardaría mucho más porque hay que escribir el mensaje, traducirlo, codificarlo, decodificarlo y mandarlo a la Casa Blanca. Khrushchev tenía temor de que atacáramos mientras el mensaje llegaba, por lo que envió a un asistente a la transmisora pública de radio y le dijo: "mantén el canal abierto que quiero enviar un mensaje".

Nosotros nos enteramos de su decisión, de retirar los misiles, que previno la guerra nuclear vía el transmisor de radio pública.

¿Qué lecciones deja la Crisis de Misiles de Cuba?

La lección es que los seres humanos son falibles. Se cometieron errores en ambos lados, en el lado estadounidense y en el lado soviético.

Eso es previsible. Las operaciones militares son mucho más complejas que las civiles, cualquier comandante militar que sea sincero te dirá que ha cometido errores.

Solamente démosle un vistazo a lo que ha pasado en Afganistán en las últimas semanas: nosotros, los Estados Unidos, le disparamos a fuerzas amigas, matamos a los canadienses. Nosotros, los americanos le dimos a afganos amigables, matamos a gente en una fiesta de casamiento.

Las operaciones militares son muy complejas, las variables son tan numerosas, las causas y relaciones son tan inciertas, que se cometen errores y se mata a gente, miles, quizá, o millones.

Sin embargo, no se destruyen naciones con armas convencionales. Hay un periodo de aprendizaje. Y lo que se trata es de no cometer el mismo error por segunda vez, quizá pueda pasar una tercera vez, pero no una cuarta.

En este sentido con las armas nucleares no puede haber un proceso de aprendizaje. Con las armas nucleares, se comete un error y se destruyen naciones.

Por lo tanto lo que hay que aprender es que, nosotros, el mundo, debemos actuar para eliminar o casi eliminar las armas nucleares para que las naciones no sean destruidas.

¿Qué sintió personalmente durante esa crisis?

Durante 13 días no abandoné el Pentágono más que para ir a las reuniones de la Casa Blanca o del Comité Ejecutivo.

Fue un período de mucha tensión, y más de una vez dormí allí para tratar de ayudar al Presidente Kennedy a mantener los eventos bajo control y asegurarnos de no ir a la guerra.

El sábado 27 de octubre era una tarde maravillosa y pensé que tal vez no fuera a disfrutar ese sábado a la noche.

Y eso que no estaba anticipando una guerra nuclear, porque no pensábamos que las ojivas nucleares estuvieran en Cuba, aunque estaba seguro que los soviéticos responderían militarmente si atacábamos.

Pensamos que talvez atacarían Berlín, o Turquía o el Cabo Norte (Noruega), y hubiéramos entrado en guerra, y ¿quién puede controlar la guerra? Como dijo Khrushchev, las guerras terminan sólo cuando hayan quedado devastadas las ciudades y los pueblos.

¿Midieron las consecuencias, en ese momento, si atacaban primero?

Nosotros no teníamos intenciones de atacar con armas nucleares primero, ninguna, no creíamos que (los soviéticos) tuvieran armas nucleares ahí (en Cuba).

Pero sí podíamos usar fuerzas convencionales. Pensábamos que había 10.000 tropas soviéticas cuando, en realidad, eran 40.000, y nuestro golpe hubiera matado a muchos de ellos con armas convencionales. También los cubanos nos dijeron luego que habían movilizado 270.000 de sus soldados.

Pero, no queríamos una guerra, queríamos salvar nuestras vidas, no queríamos la guerra.

¿Pensaron en ese momento en Khrushchev?

El presidente Kennedy nos dijo claramente: "no lo acorralen, más bien ayúdenlo a tomar una decisión apropiada". Sabemos y sabíamos entonces que tendría que pagar un costo político muy alto por retirar los misiles.

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